jueves, 25 de marzo de 2010

Desde la orilla, entre los roques

SAN JUAN DE LA RAMBLA, MANUEL CAYETANO
www.eldia.es (25/03/10)

NACIDO y criado en la cálida zona del litoral en la decáda de los 30 del pasado siglo, hemos sido -como otros muchos- unos enamorados de esta parte de la ribera -nos agrada esta palabra- en especial Las Aguas, La Rambla y, cómo no, de mi querido San Juan, donde he pasado la mayor parte de mi vida.

Se nos pone cuesta arriba el plasmar, sin acritud, sencillas palabras, dirigidas a nuestros conciudadanos al comentarles las vicisitudes e historias ocurridas por los de nuestra contemporaneidad y de paso memorizar los relevantes episodios conocidos y algún que otro anterior y que, por su variado contenido, sería interesante darle notoriedad. Lamentamos no poder relatarles los hechos cronológicamente pero intentaremos un seguimiento de aquellos acontecimientos, por sectores, como música, teatro y otros actos relacionados entre sí, pero separados por el tiempo en nuestro municipio. obviamente, dejaremos de omitir en lo posible nombres de aquellas personas ya no presentes, por lejanas, pero las intuimos por emanar de la historia de nuestro pueblo.

Oída por entronque, la más añeja historia de que tenemos conocimiento sobre la banda de música del casco -lo que ratifica las viejas raíces musicales de nuestro pueblo- se remonta al último tercio del XIX, cuando, por cuestiones ideológicas -siempre las ideas-, se dividió en dos, eso sí, por poco tiempo y al parecer por al menos una decena de intérpretes por grupo. La fundación de la misma fue aproximadamente sobre la mitad del mencionado siglo.

Siguiendo con el contexto anterior, por los años 20 del pasado siglo, y por algunos años, existieron nuevamente dos agrupaciones musicales diferenciadas por lo que hoy denominaríamos juveniles y profesionales. La primera, llamada Los Minúsculos, se convertía en el nidal de donde se nutría la profesional. Ambas acudían por separado a los varios festejos que se celebraban en todo el municipio, concurriendo la juvenil en una ocasión al no muy lejano barrio de Buen Paso.

En estas agrupaciones se daba el simpático paradigma de ser dirigidas por padre e hijo, respectivamente, obviando sus nombres por ser recordados por todos nosotros, dejando la posibilidad de que plumas de altos vuelos de nuestro entorno publicaran un artículo a fondo valorando lo que significaron en el arte musical estos insignes rambles en el municipio.

Querenmos puntualizar -más bien como anécdota- que participando nuestra banda en uno de los certámenes efectuados en la plaza de toros de la capital regional en esa fecha, interpretando la obra musical obligatoria, a uno de los componentes actuando con el fiscorno, se le concedió un accésit por su actuación, no obteniendo el primer premio por la parcialidad del jurado. Estas efemérides nos recuerdan que pudo ser en mayo de 1924.

En los últimos 60 años, y sólo en periodos esporádicos, nuestra banda Alcaraván no ha dejado de deleitarnos con su variado repertorio bajo la batuta de destacados directores, recordando -es un deber- a las varias directivas que han pujado con gran esfuerzo para el sostenimiento de la misma, felicitando a la actual por su diligente labor.

Ahora nos adentramos en el siempre simpático baúl de los recuerdos de los mayores, en el delicado tema de la cultura -buque insignia de San Juan-, donde, allá en las postrimerías de la década de los veinte y en los almacenes de La Cabaña, se representó la obra musical "La Montería", siendo en su gran mayoría interpretada por jóvenes de ambos sexos de esta localidad, resultando para la época un rotundo éxito, tanto a nivel de interpretación como asistencia de público local y de los pueblos cercanos.

Nos comentan (o recuerdan) que por grupos de aficionados de garachico ya nos congratulaban con representaciones teatrales en los lejanos años veinte, desconociendo en qué locales se celebrarían estos acontecimientos. Sin embargo, de este acercamiento sí tenemos un resquicio de conocimiento, ya que en parte se debió a una dama sanjuanera enamorada del arte que contrajo nupcias con un señor de la bella reliquia de pueblo que aún se enriquece al pronunciarlo como Villa y Puerto. Desde acá nos gusta este término y en la lejanía del pretérito recordarles que las verjas de nuestra villa están abiertas para renovar esos ricos actos culturales que son parte de la fuente de la vida.

San Juan ha sido primigenia (perdón) en actos culturales -dígase teatro, comedia, actos florales, carrozas, etc., etc.- que hoy recordamos con nostalgia, lo participativa que estuvo la sociedad ramblera en las décadas de los 30, 40 y 50; aún, y con motivo de las fiestas patronales, nos alegran con interpretaciones musicales por jóvenes y no tanto de la bien preparada intelectualidad que se disfruta en este país canario. Estos mismos acontecimientos ocurren en otras localidades del municipio, coincidiendo con sus respectivas fiestas y que animan a sus lugareños a interpretar estas piezas de variado contenido.

Sobre los años 40, y en distintos locales, se organizaron una serie de festivales recordando, entre otros, el que se hizo con el incentivo de recaudar fondos para la ciudad de Santander, que fue parcialmente pasto de un voraz incendio, siendo nuevamente los jóvenes locales del momento los actores de la misma. Cabe mencionar que personas amantes de la interpretación y afortunadamente cercanas a cumplir 100 años en estado lúcido nos emocionan al sentirse juveniles, memorizando sus actuaciones en los variados actos culturales de una época precaria en casi todo, pero aferradas a un sentimiento sanjuanero de superación más allá de lo personal y que hoy obviamente no estamos a ese nivel.

Al paso de los años y por señeros, sería bonito darle luz a los dos festivales organizados en el teatro cine Aurora, ambos por motivos distintos pero entrelazados por esa especie de sinfonía que nos caracteriza a los rambleros en momentos puntuales. El primero, en base a encontrar los medios económicos para ir en busca de la esperanza de "esa visión" para alguien que lo intentó con toda su fe; pero que resignadamente, al no hallarla, se nos fue plácidamente, quizá a ese lugar de las pléyades que tanto anheló por admirarlas. El siguiente, muy emotivo, se efectuó en honor, en vida -así debe ser- de una madre noble y virtuosa matrona que con sus delicadas y ágiles manos permitiera que cientos de rambleros -entre el que esto escribe- vieran la primera luz de la vida y que nos permitió magnánimamente por mucho tiempo llamarla respectuosamente madre.

Ambos acontecimientos, así como los anteriores, al comentarlo, nos oxigenan para, humildemente, y en otra ocasión, intentar hallar ese antídoto renovador que se nota superficialmente en la mustia sociedad sanjuanera del momento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario